Andrés Roca Rey de 26 años de edad abandonó la clínica y ya se dirige a su domicilio donde deberá continuar con su recuperación, fue dado de alta médica en un hospital de la ciudad española de Sevilla, donde se encontraba bajo observación médica tras la cornada que recibió en la plaza del Puerto de Santa María (Cádiz) el último sábado. Informe médico,“Herida por asta de toro de 18 centímetros con trayectoria ascendente en el tercio medio de la pierna derecha, que afecta a la región gemelar”. Ya en varias oportunidades, Andres se ha visto cercano a la muerte.
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Por; Jorge Arturo Díaz Reyes
Andres Roca Rey, cinco cogidas en tres corridas consecutivas. Luis Freg, Diego Puerta, Jaime Ostos, José Tomás…, paradigmas de quietud, sobrevivieron a ser cazados una y otra vez por los toros, que hieren cuando el hombre pisa sus terreno, (para en jurisdicción de cacho). No enlistemos los grandes muertos. Respeto a su memoria.
Pues el toreo es eso, parar y mandar, pero parar primero, como enseñaba Pedro Romero en la escuela de Sevilla: “Consentir y consentir los toros hasta dejarse coger si es necesario”.
En ello va la esencia del rito, el honor. El torear limpio, dar las ventajas al toro, que es imprevisible, conlleva incertidumbre. Esa es la cosa. Simular, torear a resguardo es otra cosa.
Hay que repasar el video de la cogida mortal de Paquirri, para comprobar cómo, ya en el embroque, sin espacio, tiempo ni deseo de huir, “Avispao” le cambia el viaje. desatiende la capa y sorpresivamente ataca el cuerpo del torero. Por eso los lances y los pases se llaman “suertes”. Porque cómo en la vida, sobre las previsiones y la técnica, siempre corre algo humanamente incontrolado, el albur, el destino, el hado que llamaban los griegos. La suerte, que afrontada con entereza es credo, emoción y devoción del ancestral culto.
Y es lo que el toreo enseña en tiempos menesterosos de valor y ahítos de abuso, cobardía y vileza. Claro, a veces los toreros pagan la osadía con su sangre y su vida. Son humanos, oficiando una ceremonia peligrosa, de sacrificio mutuo, que adecenta la especie, recordándole cuanto respeto debe a la naturaleza y a sí misma.
Andres Roca Rey es un valiente, pero no un valiente a secas, ni un
bruto. Es un torero leal a su compromiso, un gran torero. Lo ha demostrado, encarando cada tarde su destino, y honrando con arte su investidura y hombría. Como los mejores antes, a costa de sí mismo. Que se reponga pronto y regrese a la lid. La fiesta lo reclama, lo necesita.
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